40 años después…

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Dicen que las comparaciones son odiosas, pero os aseguro que la realidad supera con creces, cualquier teoría.

Cada vez que admiro esta bella estampa, no me quepa la menor duda de que: tanto hombres como mujeres… mejoramos con el paso del tiempo.

Cuando se es joven… la belleza es casi » obligada «, hasta la persona menos agraciada posee, en esencia, belleza en si misma.

Lo verdaderamente meritorio es envejecer con dignidad.
Haciendo de cada arruga tu seña de identidad inequívoca, que refleja, no sólo el paso del tiempo sino también ése halo de serenidad y equilibrio que los mejores artesanos esculpen a golpe de martillo.

Estoy convencida de que no soy la única que mantiene que la imagen 40 años después, de los protagonistas de » Love Story «, es mucho más expresiva, en cualquiera de sus formas.

La madurez viene acompañada de una serie de muestras que la hacen simplemente exquisita.

Un binomio perfecto que suma actitud y experiencia entre otros valores que convierten a esta etapa de la vida, en el » puerto secreto » que todo marinero desea conquistar.

Esconde tras de sí, mil y una batallas curtidas a lo largo de la vida, que dan forma a una especie de » cueva protegida «… algo así como » las cuevas de Zugarramurdi «, y la paz más propia del paisaje tibetano.

Todo ello aderezado con un toque de dignidad, más propio de quien sabe valorar lo que importa en la vida… y distinguirlo de lo secundario.

Porque hay algo mucho más poderoso que el tiempo; más incluso, que la belleza y sus cánones impredecibles…

un valor seguro que te acompaña desde tiempos inmemoriales hasta tu último latido…

tu actitud.

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