Al contemplar esta imagen, seguro que surgen tantas interpretaciones como personas.
Y los afectos son como rayos. Nunca sabes dónde golpean hasta que veas dónde han caído.
Yo veo pequeñas reliquias difíciles de ver, mucho más de coleccionar.
Piezas únicas que conforman una herencia vivida; el intangible más duradero que mantiene vivos a los nuestros, aun muchos años después de su viaje hacia El Eterno Oriente.
Al tocarlos… sentirlos… te invade una eterna caricia que abraza tu alma como si del beso de la persona que lo tuvo, te envolviera.
Ninguno de ellos se limita a ser un juguete propio de otros tiempos, que se conserva en la oscuridad de un cajón, deseoso de ser conquistado por cuantas personas deseen transportarse a otros mundos.
En un viaje donde la imaginación se erige cual brújula absoluta, capaz de adentrarte hasta en el confín más recóndito.
Y así… dejándome llevar por una espiral creativa, intuyo que la maqueta de ese barco… esconde en sus entrañas el nombre, quizás las iniciales…del artista que le dio forma, juntando todas las piezas…
pintando con sumo gusto y atando cada cabo, como si del mismísimo Santa Maria se tratara.
Pero está claro que no deja de ser mi percepción.
Sólo una interpretación más o menos ajustada, en base a las evidencias que mis ojos admiran.
Para otro… no dejan de ser meros » chismes » sin valor alguno, que no hacen sino acumular polvo y robar espacio, que además nunca sobra.
En fin. Que » las cosas sólo tienen el valor que les damos «, tal y como apuntaba Molière..
Dime el valor que les das y te diré cómo eres, cómo sientes… y hasta lo que » escondes » en tu mesilla de noche.
Mientras tanto… seguiré » dando cuerda » a unos vagos recuerdos, que aunque difusos… me dan cuenta acerca de mis raíces, de todo cuanto soy en esencia, sin trampa ni cartón.
¿ Atando cabos ?.
Publicado desde WordPress para Android