Estando contigo

Estándar

De mis abuelos aprendí el poder de la alegría. Una especie de virus contagioso ( casi tanto como la varicela ) pero no te confundas, este no pica.

Ni siquiera lo notas. Sabes que está ahí porque lo sientes ahí adentro, en el pecho… justo en el centro. Y de repente empiezas a visualizar sonrisas y hasta lágrimas… y entonces sabes que son los efectos secundarios de la alegría, y no te tienes que preocupar.

Porque mientras viaje contigo… la pendiente más empinada se convertirá en un pico plano, el grito más sonoro se hará en silencio, y la noche más oscura se iluminará por una certera lluvia de estrellas.

De mis abuelos aprendí que la alegría se crea y nunca se destruye, sin antes pasar por tu cadáver.

Siempre se genera de adentro hacia afuera y no requiere de condiciones externas para su elaboración.

Eso si. Debe cocinarse a fuego lento hasta que quede una masa uniforme, lo suficientemente grande para abarcar a tu entorno más próximo.

Una vez en la cocina… y con las manos en la masa, lo más importante es mancharse a tiempo completo, sin importar las huellas evidentes de alegría generalizada que vas dejando por el camino.

De mis abuelos aprendí que lo que sale de ti siempre vuelve a ti, como tu seña legítima de identidad.

Y da igual las lágrimas que hayas derramado por el camino porque tarde o temprano la alegría volverá.

Es curioso que se nos escape la vida tratando de esconder de forma irracional, ese niño interior fuente principal de alegría por antonomasia… para volver a recuperarla en el ocaso de nuestro ciclo vital.

Es como estar llevando flores al ático durante demasiado tiempo para finalmente, acabar aceptando que la alegría es más fuerte que tú.

Más fuerte que todos tus problemas… y más fuerte que todos los que pretenden arrancarla de tu vida, así sin anestesia.

Porque se lleva en el alma.
Se cultiva con ilusión.
Florece cada instante,
siempre que te conectes con tu niño interior.

Mientras tanto te seguirá escapando la vida
seguirás sin crecer en valor;
el valor de tomar las riendas de tu vida
y seguir adelante sin temor.

La alegría se confunde con locura
la locura con la falta de realidad;
¿ no serán » locos » aquéllos que pudiendo elegir la alegría como estirpe, sin embargo deciden amargar a los demás ?.

De mis abuelos aprendí que muchas cosas cambian en la vida. Pero todo empieza y acaba en la familia.

A ellos les debo mi identidad.
Por ellos merece la pena sonreír siempre.
A ellos les dedico toda mi alegría, como la mejor herencia recibida, que nadie nunca será capaz de arrebatar.

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