Hace poco preguntaba a un educador de vocación, cómo eran sus niños. Virtuales… decía.
La verdad es que hoy en día, andamos casi todos medio hipnotizados por un » gigante » llamado tecnología.
Limitamos el amor a teclas, el odio a la pantalla, la protesta… en Internet.
Medimos el tiempo entre redes y realidad; medimos obsesiones.
No abrazamos a nuestros hijos. Primero les compramos con IPhone y luego les regalamos emoticonos.
Medimos la vida en información no en sentimientos.
No me das la mano me das tu pin.
Hoy la rebeldía se escribe pero la sumisión se actúa..
Medimos la personalidad en estados.
Nuestros hijos sabrán programar de lujo, crear nuevas aplicaciones y hasta cambiar su realidad.
Pero entonces, ¿ qué los diferencia de Cleverbot ?.
De una máquina diseñada para no pensar.
Nos debatímos por el derecho al olvido, cuando el olvido no entiende de derechos.
Luchamos contra el mal de Alzheimer mientras creamos nuevas redes que hacen desaparecer sus contenidos en cuestión de minutos.
La velocidad de Internet es mayor a la de nuestra conciencia.
Y sus consecuencias demasiado desconocidas.
Si tu hij@ recibe un emoticono cada vez que se acuerde de papá, al final buscará el emoticono.
Si para sentirse querido acude a una red social, no sabrá querer.
Queremos niños condicionados no educados.
Queremos niños informáticos no soldados.
Sin embargo les medicamos con drogas adictivas, sin receta y avaladas por todos, hasta de los que no entienden de educación, es el mal del siglo XXI.
Amnesia virtual de repetición.
Peligrosa donde las haya. Por su capacidad de destruir hasta sin razón.
Si no quedan restos de sus actos, ¿ cómo le explicaras que aquello que hicieron simplemente esta mal ?.
Mas bien les educamos para no dejar huella, y al final, acabarán siendo expertos en el arte del camuflaje, debatiéndose compulsivamente entre el bien y el mal.
Tú decides. ¿ Educarle para la vida o condicionarle para las redes ?.
Educar o enredar… maneras diferentes de hacer humanos conscientes o máquinas de hacer cash.
Imagen de Gold Art.
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