Mirando al espejo de frente
sin prejuicios; sin reservas
desnuda ante una realidad
que duele,
escuece, pero también enseña.
A cuestionar verdades que
parecen absolutas,
a desterrar cosas viejas
para tiempos nuevos;
a dudar de una educación
para la que nadie me pidió permiso.
Rememorar acontecimientos
de gran carga emocional,
es inevitable cuando
se acercan los aniversarios.
Los hay de todos los colores
pero, ¿ qué nos pasa con
los recuerdos más complicados ?.
Recordar es tanto como
traer al presente,
algo que pervive en nosotros.
El acto de rememorar,
transmite energía
e influye y acrecienta su valor.
De lo contrario,
languideciera y emigrará
hacia el olvido,
por muy importante que haya sido
en su momento.
Al recordar… es razonable
ensalzar las virtudes,
y silenciar por un momento
las adversidades.
Es tiempo de silencio,
necesario para recordar el suceso
que permanece más o menos
inalterable,
en un lugar del pasado,
pero también es tiempo de celebración;
para honrar en el presente,
lo importante que fue
lo acontecido algún tiempo atrás.
Volver la mirada atrás
y esbozar una leve sonrisa,
cuando lo que en realidad te apetece
es llorar…
es sólo un acto de respeto
a quienes pese a haber traspasado
las puertas del oriente eterno,
permanecen vivos
en nuestra memoria.
En marketing, la nostalgia
es un poderoso vehículo,
que bien utilizado,
permite conectar con el
consumidor,
y acercarse a su estilo de vida;
más allá de conseguir la venta.
Pero el aniversario
es más para vivirlo en la
intimidad;
desde la intimidad.
Porque no hay dos formas
de sentir iguales;
porque no hay una sola forma
de definir:
¿ qué nos pasa
con los aniversarios ?.
Hoy, mirando al espejo de frente
sin prejuicios ni reservas;
desnuda ante una realidad que duele,
consciente de que algo debe cambiar.
Empezando por mi, por ti
nuestra educación;
trasladándola al resto
de la sociedad.
Para que el día de mañana
nadie tenga que llorar
pérdidas inocentes,
así sin más.
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